¡Que largo y tortuoso camino ha tenido que recorrer “Cleopatra” para que le fuera reconocida su condición de obra maestra!. Con el rodaje más caótico de la historia del cine, llevó al borde de la ruina a la Fox, casi acaba con la carrera de Joseph L. Mankiewicz, y marcó el final de una época y de una forma de hacer cine. Afortunadamente hoy nos quedan 243 maravillosos minutos, de lo mejor que se ha rodado nunca, y que corresponden al montaje final que dio por bueno el director que afirmaba que "Cleopatra fue concebida en situación de emergencia, rodada en estado de histeria y terminada con pánico ciego", y es por eso que no deja de sorprendernos la serena belleza y la unidad de estilo que desprenden sus imágenes. Dos años de rodaje agotador, con un Mankiewicz que rodaba de día y trabajaba por las noches en el guión, “Cleopatra” es uno de los más fascinantes, lúcidos y magistrales estudios sobre la condición humana que se haya escrito nunca para la pantalla, de una absoluta coherencia con la trayectoria artística del director de “Eva al desnudo” -intelectual que siempre dio importancia capital a la palabra-, y que centra su atención en el drama personal e intimo de tres personajes ambiciosos y poderosos que tuvieron por unos instantes de la historia el destino del mundo en sus manos. Nunca nadie como Mankiewicz ha sido capaz de conseguir tan perfecto equilibrio entre la espectacularidad y el dibujo intimista de unos personajes capaces de amar más allá del amor. Nadie podía pretender hacer “cine de autor” dentro de los parámetros rígidos de una superproducción y conseguirlo. Milagro de creatividad en medio de la improvisación y el caos, “Cleopatra” cuenta con un extraordinario guión y una soberbia dirección de actores. Con dos gigantes de la talla de R. Burton -excelente Marco Antonio-, y de R. Harrison -un Julio Cesar irrepetible-, destaca sin embargo la sublime, desgarrada y escalofriante interpretación que una bellísima Elizabeth Taylor hizo de la Reina de Egipto. Autentico “tour de force”, de infinitos registros y matices, de una actriz gigantesca al servicio de un personaje, nos dejó el testimonio de su talento esculpido en celuloide de oro puro. Sin duda la última gran estrella. Una puesta en escena portentosa, un diseño de producción deslumbrante, un vestuario que ya es iconografía del cine y una banda sonora inolvidable del gran A. North, hacen de “Cleopatra” una experiencia única e irrepetible, culminada con ese impagable travelling con el que se cierra el film y el tiempo del Hollywood dorado, y que es mucho más que una cuestión moral (Harry Lime, en filmaffinity.com).
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Cleopatra Primera Parte
Cleopatra Segunda Parte
La versión de Cecil B. DeMille rodada en 1934 la puedes descargar desde aquí
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